“Quieren disciplinar al campesinado, pero no lo van a lograr”

“Quieren disciplinar al campesinado, pero no lo van a lograr”

Deolinda Carrizo, dirigente histórica del Mocase y actual directora de Género e Igualdad de la Secretaría de Agricultura Familiar, Campesina e Indígena, habla de la persecución judicial hacia las organizaciones que defienden el territorio, el avance del agronegocio saqueador y el rol clave de las mujeres rurales.

Son las 3 de la tarde, la siesta en Santiago del Estero. Solo el viento norte que levanta el polvo seco se siente en las calles de la terminal de la Capital, donde Deolinda Carrizo hace tiempo para tomarse el micro de línea que recorrerá 220 kilómetros, la distancia desde el juzgado –donde esa mañana de septiembre la referenta del Movimiento Campesino de Santiago del Estero (Mocase) fue a escuchar de qué la culpan– hasta su casa en Quimili. Son las 3 de la tarde de una siesta cualquiera en la capital de Santiago del Estero y Deolinda todavía no almorzó. En su casa la esperan sus hijes, la huerta y los quehaceres diarios, todos postergados por la cita con el juez.

¿De qué la acusan? De usurpación, desobediencia y desacato. ¿Cuál es el desacato? ¿A quién desobedece Deolinda cuando ayuda a una familia campesina a recuperar un territorio? ¿A los terratenientes que intentan quedarse con más y más territorio ancestral para entregarlo a la voracidad del mercado sojero? ¿Llamarán desacato a portar armas tan poderosas como una asada y un rastrillo para sembrar la tierra? ¿Quién es el usurpador?

“Hemos dicho basta: basta a los atropellos de los empresarios, de los malos gobiernos y la mala justicia”

–No es la primera vez que tenés que declarar ante la Justicia. Como varies referentes del Mocase, venís padeciendo el hostigamiento de los poderosos desde hace años. ¿Por qué te persiguen tanto?

–Siempre nos mandaban a perseguir a los que más nos movíamos. Así que nada de lo que me pasa nos sorprende porque siempre se manejaron así con nosotros. A mí me llevaron detenida muchas veces, me han denunciado en varias oportunidades, pero como imputada es la primera vez. Desde 2006 en adelante recibí siempre esta persecución. Van cambiando los jueces y fiscales, van reordenando o modificando algunas cuestiones para que no parezcan tan fraudulentas, pero todo es lo mismo. En realidad, quieren disciplinar al campesinado, pero hemos dicho basta: basta a los atropellos de los empresarios, de los malos gobiernos y la mala justicia. Continuamos las nuevas generaciones sosteniendo las banderas de la soberanía alimentaria y la lucha por las tierras, frente a este modelo de vida que quieren imponer.

–Desmonte desmedido para el monocultivo de soja para exportación o la industria ganadera salvaje. ¿A eso le llaman desarrollo productivo?

–Así es. Usan ese eufemismo para hablar del despojo del campesinado. Una familia desalojada es sinónimo de un campo que se desmonta, donde fumigan y ponen monocultivo o ganadería a gran escala. Y eso sumado a todo lo que significa el despojo de familias campesinas de sus tierras, de la producción y el trabajo; de la vida, de los saberes, de los conocimientos ancestrales; ni hablar de los sabores, el cuidado de la tierra y la medicina. El desplazamiento es hambre, es agrandar los cordones de la periferia en los pueblos, es explotación para todos y sobre todo para las mujeres en el trabajo doméstico o en las redes de trata. Crearon los juzgados de tierra para descentralizar, pero la política sigue siendo la misma: perseguir a quienes se oponen al supuesto “desarrollo productivo” que vienen a hacer de otros lados. Realmente nadie puede comerse el verso del progreso. Crecen los campos con monocultivo, ¿y al campesinado qué le queda? Cero políticas públicas y de financiamiento y de créditos para la producción agroecológica. ¿Vamos a seguir dependiendo de ese fenómeno y de la extranjerización de la provincia para que otros se lleven la riqueza y el pueblo sea más pobre? Somos más de 70 mil familias organizadas en el Mocase y no nos organizamos para aguantar, nos organizamos porque dijimos basta de tanto atropello.

–Sin dudas, las campesinas son las más perjudicadas. ¿También son ustedes el motor de este movimiento que lucha contra los desmontes*, los desalojos y los conflictos por la tierra? 

–Acá hay muchas mujeres que son cabeza de familia y están atendiendo y criando a las hijas e hijos, mientras luchan en las calles y también en lo productivo. Son las encargadas de cosechar, sembrar, transformar la materia prima en productos de primera necesidad y en salir a vender en las ferias. Somos el pilar fundamental de nuestra lucha como organización, el principio que tenemos es la paridad de género. Eso significa no solo hacer un trabajo para que nos animemos a estar en los espacios, sino también ir ocupándolos. Y no es fácil asumir la paridad de género, porque es romper el miedo de ponernos frente a la topadora o la Policía. No es fácil porque estar en la lucha y en la toma de las decisiones requiere una reorganización familiar, apoyo, sostén. Poco a poco las mujeres más jóvenes asumimos esos roles y empujamos en las bases para que eso se siga dando. Somos la tierra, tenemos que defenderla.

–¿Qué rol ejercen los medios masivos de comunicación en esta demonización del campesinado que lucha?

–Los medios de comunicación son ese otro brazo, junto con el Poder Judicial, para criminalizar a quienes no comulgan o se alinean a las ideas de la propiedad privada, siempre en contra de quienes conquistan derechos. Lo cierto es que con nuestra lucha no molestamos, solo queremos recuperar y trabajar la tierra, pero quieren transformarnos en el cuco de la sociedad.

"Crecen los campos con monocultivo, ¿y al campesinado qué le queda? ¿Vamos a seguir dependiendo de ese fenómeno y de la extranjerización de la provincia para que otros se lleven la riqueza y el pueblo sea más pobre?"

–Desde 2021 te desempeñás como directora de Género e Igualdad de la Secretaría de Agricultura Familiar, Campesina e Indígena (SAFCI) del Ministerio de Agricultura de la Nación. ¿Cómo llevás ese desafío? ¿Lograste cambios desde ese rol o es complicado el trabajo diario cuando se tocan tantos intereses?

–Estar en la Secretaría fue el fruto de un gran proceso organizativo. Es un logro del trabajo que hemos tenido durante todos estos años de lucha. Las propuestas que impulsamos son producto de las demandas históricas de los territorios. Tenemos algunos logros como los proyectos no reembolsables para acceder a maquinaria y herramientas, pero cuesta a veces instalar el formato que nosotras queremos instalar. La mayoría de las mujeres no están organizadas y eso limita el acceso a nivel internacional.

–¿Creés que este Gobierno se interesa en la agricultura familiar? ¿Brindó en estos años soluciones de fondo a las problemáticas históricas del campesinado?

–La deuda de reparación histórica con el movimiento campesino indígena sigue siendo grande. Hoy la reglamentación y el presupuesto para la Ley 27.118 (NdR: se declaró de interés público la Agricultura Familiar, Campesina e Indígena) sigue siendo una deuda. Para que se resuelva la tenencia de la tierra, tenemos que avanzar con decisión política. Porque tenemos el freno de los desalojos, que llueven por todos lados, muchas familias están en riesgo de ser desalojadas y no se hace nada para evitarlo. No hay decisión política para tener el reconocimiento real de ese sujeto social, cultural, económico y político, el campesinado. Cuesta ver esa importancia.

–En Argentina hay un modelo de desarrollo rural con cada vez menos habitantes en el campo.

–La urbanización no es un buen negocio como se está dando. Se concentra la población en grandes ciudades y se concentran las tierras en pocas manos. Mientras hay pueblos envenenados y familias desplazadas. El territorio es una cadena de vida. No existe el campesinado sin tierra y no existe tampoco la tierra sin el acceso a políticas de crédito, a canales de comercialización, a compra estatal, a energía solar. Si vemos el estallido ambiental que estamos viviendo, entendemos que la forma de producción del campesinado en armonía con la naturaleza es clave. Hay que cuidar al campesinado porque somos el futuro de un mundo en armonía con el medioambiente. Los gobiernos todavía no lo comprendieron. 


Sobre Deolina

Nació en Quimilí, Santiago del Estero. Es referenta del Movimiento Campesino de su provincia. Desde 2021 se desempeña como directora de Género e Igualdad de la Secretaría de Agricultura Familiar, Campesina e Indígena (SAFCI) del Ministerio de Agricultura de la Nación.