"El consumo de carne mundial tiene que bajar, es un imperativo planetario"
Así lo dijo la Licenciada en Nutrición Rocío Hernández, directora del "Posgrado de Nutrición Basada en plantas. Salud, ética y soberanía alimentaria" de la Universidad Nacional de Rosario, Facultad de Ciencias Médicas, en el contexto del Día Mundial del Vegetarianismo. Explicó que se debe "empezar a situar el plato dentro de un modelo económico, político, social y cultural para entenderlo como 'el plato colectivo'", en virtud de la responsabilidad individual ante el cambio climático y el avance extractivista del agronegocio. Pasado en limpio: sin consumo de carne el planeta respira y se sana.
Durante octubre se celebra el Día Mundial del Vegetarianismo. Esto ocurre desde 1977 -en 1978 fue ratificada por la Unión Vegetariana Internacional, para promover los beneficios de la alimentación vegetariana y el respeto a los animales-. Fue propuesto por la Sociedad Vegetariana Norteamericana. Se estableció el 1 de octubre. Después también se empezó a extender un poco más. Se le dio un sentido referido a que el Día Mundial del Vegetarianismo "inicia" en el mes de octubre, pero se habla del "mes de la conciencia vegetariana", que finaliza el primero de noviembre, que es el Día Mundial del Veganismo.
Cabe destacar que el Veganismo es un término que fue acuñado con mirada eurocéntrica, en 1944, por Donald Watson, con el objetivo de diferenciarlo del vegetarianismo, el cual rechaza el consumo de carne pero acepta el consumo de otros productos de origen animal, como leche, derivados lácteos y huevos. Y tiene que ver -profundamente- con lo que siempre se habla en el contexto del veganismo, de rechazar la explotación animal. Se trata de una postura principalmente ética, más que otra cosa.
Es un día para que nos empecemos a cuestionar nuestros platos, pero no desde una mirada individual, sino desde una mirada colectiva.
¿Qué tiene que ver esto con nuestro modelo alimentario? Más allá de ver al Vegetariano y decirle "feliz día", y atacarlo, y hacerle bullyng, y demás cuestiones que siempre soportamos las personas que no seguimos la alimentación tradicional que "se espera", la "normalizada", la "naturalizada", la que se considera "necesaria" seguir en este mundo en el que vivimos, yo creo que es un día para que nos empecemos a cuestionar nuestros platos, pero no desde una mirada individual, sino desde una mirada colectiva.
Es decir, empezar a situar el plato dentro de un modelo económico, un modelo político, social, cultural, etc. Y no sólo eso, sino empezar a entenderlo como "el plato colectivo".
¿Y qué significa esto? Dada la coyuntura que tenemos en la actualidad, sabemos de qué se trata el agronegocio: que lo único que está haciendo este modelo de producción agrícola es buscar solamente el lucro, que está profundizando cada vez más el hambre, y que -por supuesto- está aumentando las emisiones de gas efecto invernadero provocando un gran cambio climático -como el que tenemos en la actualidad- y eso -inclusive- está favoreciendo aún más la inseguridad alimentaria, provocando aún más esta gran paradoja de la malnutrición que tenemos en la actualidad.
Esta expansión de la frontera agrícola es la responsable de entre el 70 y el 90 por ciento de la deforestación que estamos teniendo en la actualidad.
Todo este esquema tiene que ver con la crisis general, y no lo podemos alejar de nuestras formas de consumir, más allá de la alimentación.
Centrándonos en la alimentación, en el modelo y en el avance del agronegocio dentro de nuestras vidas, en nuestros platos y en nuestras tierras -porque todo eso tienen que ver con todo- creo que es un momento ideal para empezar a hablar de una alimentación basada en plantas, para empezar hablar de cambios en la estructura a la hora de comer como consumidores -y más aún quien tiene ese "privilegio" de elegir- y también sobre los cambios en lo que tiene que ver con la forma de producir nuestros alimentos.
Entre el 21 y el 37 por ciento de las emisiones globales del gases de efecto invernadero provienen de toda nuestra cadena agroalimentaria mundial. Este es un dato del Atlas de los sistemas alimentarios del Cono Sur, de la Fundación Rosa Luxemburgo, del mes de agosto de 2022.
¿Quiénes están comiendo las proteínas? ¿Quiénes acceden a estas proteínas? ¿Dónde está esa cantidad de millones de animales en este momento?
Y eso se divide en tres ejes:
En primera instancia, el gran cultivo extensivo (yo soy de Rosario y estoy soportando la quema de los humedales, la quema de la vida, porque están quemando animales, tierras, pasto, todo. Todo el ecosistema que vive ahí. Se está quemando para "avanzar", pero quien "avanza" es el Agronegocio. Avanza sobre bosques. Avanza sobre humedales) Y esta expansión de la frontera agrícola es la responsable de entre el 70 y el 90 por ciento de la deforestación que estamos teniendo en la actualidad.
En segundo lugar, dentro de este modelo, de este agronegocio en el proceso agroproductivo, es la cría intensiva de animales, en esas megafactorías que ni siquiera vemos dónde están. Que hasta hace muy poco estuvimos luchando contra el Acuerdo Porcino con China. Un acuerdo que buscaba encerrar a millones a de animales, a los que hay que darles de comer, de tomar agua, que generan excreciones, que hay que darles antibióticos porque les seria imposible no enfermar en las condiciones en las que viven y mueren, y que contaminan el medio ambiente. Todo esto sumado a la utilización intensiva de fertilizantes, de plaguicidas, de insumos industriales, de combustibles y de todo aquello que tiene que ver con el proceso agroproductivo en sí, que no lo vemos, pero del que estamos sufriendo la consecuencias.
Y por último, otra cosa que se le suma a los gases de efecto invernadero, es el tema del traslado de los alimentos, la cantidad de kilómetros que recorren. Los cerdos o las vacas que se crían en Argentina, están exportándose en virtud de traer dólares. Funcionan como comodity, como un bien de cambio. Y ese "bien de cambio" está repercutiendo muchísimo, y no solo a nivel local sino mundial. Lo que pasa en cualquier parte del mundo, nos pasa.
¿Qué podemos hacer ante este escenario? Mucho. Las mejores guías de prácticas clínicas médicas del mundo nos hablan acerca de una alimentación más basada en plantas, que confiere beneficios para la salud.
Dada esta coyuntura, esta Gran Estafa -como nos gusta decir- donde sabemos que la carne y los lácteos aportan al 18% de las calorías y el 37% de las proteínas -ambas a nivel mundial- al mismo tiempo están ocupando -junto con todo este proceso productivo- el 82% de la superficie cultivable del planeta.
Entonces hay algo errado: ¿Quiénes están comiendo las proteínas? ¿Quiénes acceden a estas proteínas? ¿Dónde está esa cantidad de millones de animales en este momento? (Hacinados y explotados en terrenos lejos de donde lo podamos ver, a propósito, claramente).
Tras estas preguntas, más allá de quedarnos con la imagen que usamos para subestimar del "Vegano que abraza la vaca" -algo que nos vuelve más humanos, por cierto- vale remarcar que ya es hora de empezar a hacernos responsables de lo que sucede en nuestro plato. Y exigir -a quienes corresponde- el hecho de tomar las medidas necesarias para que esto no suceda: es decir, que el modelo del agronegocio deje de producir hambre.
Que haya disponibilidad, accesibilidad, asequibilidad a los alimentos que estamos consumiendo para lograr un alimento sano, seguro y soberano.
Y así se produce este Sistema Alimentario Roto, como es calificado por la FAO y varios organismos, porque estos cereales -como la soja, el maíz, etc- no alimentan humanos y humanas, sino que va a parar para el engorde de animales por un lado, para la exportación por el otro y mucho está metido en ciertos productos que también compramos muy seguido: los ultraprocesados formando parte de sus ingredientes bajo el nombre de jarabe de maíz de alta fructosa, lecitina de soja, y otros subproductos derivados de granos transgénicos-.
¿Qué podemos hacer ante este escenario? Mucho. Las mejores guías de prácticas clínicas médicas del mundo nos hablan acerca de una alimentación más basada en plantas, que confiere beneficios para la salud. Comer más plantas (frutas, vegetales, legumbres, granos enteros, semillas, frutos secos) disminuye la mortalidad por todas las causas, disminuye la incidencia de diabetes tipo dos, como también algunos tipos de cáncer y disminuye la incidencia de accidentes cerebrovasculares.
Esto se encuentra íntimamente ligado con los costos sanitarios, acerca de la forma en la que estamos comiendo y la forma en la que sería ideal que comamos, es decir comer un poco más de plantas. La solución ya la tenemos.
Todo este esquema tiene que ver con la crisis general, y no lo podemos alejar de nuestras formas de consumir, más allá de la alimentación.
Y por otro lado se encuentran los costos sociales producto de los gases de efecto invernadero y todo lo que tiene que ver con las problemáticas a nivel mundial de crisis climática que estamos padeciendo con este modelo, con este agronegocio, con esta forma repulsiva y extractivista de producir alimentos.
Además de corrernos un poco de la "incomodidad" que nos genera el veganismo o el vegetarianismo, o ver una persona que esta tratando de hacer algo que no sea sólo para su propio bien, para su propio beneficio, resulta fundamental volvernos hacia una alimentación basada en plantas, y a exigir esa existencia de plantas en nuestros platos. Que haya disponibilidad, accesibilidad, asequibilidad a los alimentos que estamos consumiendo para lograr un alimento sano, seguro y soberano.
Sin lugar a dudas, el consumo de carne mundial tiene que bajar, es un "imperativo planetario". Cada vez son más las razones para hablar de una "dieta planetaria", concepto en el que confluyen la salud individual y también la colectiva, la mundial, la del planeta: es decir, necesitamos hablar de una sola salud.